domingo, 22 de marzo de 2015

La Fabula del Pan y la gran enseñanza detrás de ella

Nasrudín y los hombres sabios



Los filósofos, los lógicos y los doctores de la ley fueron convocados a la Corte para interrogar a Nasrudín.


El caso era serio, pues el Mulá había admitido haber ido de pueblo en pueblo diciendo: 

-Los así llamados sabios son personas ignorantes, indecisas y desorientadas.
Se lo acusaba de estar minando la seguridad del Estado.

-Usted puede hablar primero- dijo el Rey
-Que traigan plumas y papel –pidió el Mulá.

Plumas y papel fueron traídos.

-Que les sean entregados a cada uno de los siete sabios. Su indicación fue cumplida.
-Que separadamente respondan por escrito a la siguiente pregunta ¿Qué es el pan?

Así se hizo.

Las respuestas fueron entregadas al Rey, quien las leyó en voz alta.

La primera decía: “Es un alimento” 
La segunda: “Es harina y agua” 
La tercera: “Un don de Dios”
La cuarta: “Masa horneada”
La quinta: “Depende del sentido que se le dé a la palabra” 
La sexta: “Una sustancia nutritiva”.
La séptima: “Nadie lo sabe realmente”.

-Cuando ellos decidan qué es el pan- dijo Nasrudín-, podrán formarse juicio sobre otras cosas. 

–Por ejemplo, si estoy en lo cierto o me equivoco. ¿Puede usted confiar a gente como ésta asuntos que impliquen evaluar y juzgar? ¿No es extraño que no puedan ponerse de acuerdo sobre algo que comen todos los días y que, sin embargo, coincidan en que soy un hereje?

Cada ser humano construye una estructura mental diferente porque cada experiencia se vive individualmente e irremediablemente sola. ¿Con qué  frecuencia consideramos las diferencias propias de cada individuo para lograr el aprendizaje? ¿Con cuanta insistencia nos aferramos al pensamiento de que nuestra verdad es la que debe prevalecer y no consideramos la posibilidad de otros?

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